¿Es mi hijo lo suficientemente maduro para estudiar en el extranjero? - KEN'S Education Group

¿Es mi hijo lo suficientemente maduro para estudiar en el extranjero?

A la hora de abordar un curso académico en el extranjero, a  la mayoría de las familias les asalta la misma pregunta… ¿Es mi hijo lo suficientemente maduro para estudiar un año fuera de casa?

Pero partamos del primer punto… ¿Qué es la madurez? ¿En qué parámetros podemos referenciarnos para evaluar la madurez emocional de nuestros hijos?

Para ello, Adriana Darre, Psicóloga y Psicopedagoga, responderá a nuestras preguntas y nos dará unas pautas claves para tratar el tema en familia.

1. ¿Qué entendemos por madurez psicológica?

Cuando hablamos de madurez, en general, hacemos referencia al desarrollo físico que van teniendo las personas a lo largo de su crecimiento. Pero, junto a este desarrollo más ligado a lo biológico, también se producen cambios que pueden conducir a la madurez psicológica. La madurez psicológica implica la capacidad de asumir obligaciones y de tomar decisiones responsables teniendo en cuenta las necesidades y características personales y siendo capaces de asumir las consecuencias de nuestros propios actos. La madurez psicológica implica así madurez emocional y afectiva, lo que nos permite ser más independientes y adaptarnos mejor al contexto y las circunstancias que nos toca afrontar.

La adolescencia es una etapa de grandes cambios a nivel físico, psicológico y social, y hablar en esta etapa de madurez resulta un poco complicado. Sin embargo, es muy importante que los jóvenes vayan desarrollando distintas competencias emocionales que les permitan, poco a poco, alcanzar dicha madurez.

2. ¿Cuáles serían esas competencias emocionales?

Las competencias emocionales son un aspecto muy importante en el desarrollo de nuestros hijos e hijas, ya que son imprescindibles para relacionarse y vivir en sociedad de una manera responsable y activa. Las competencias emocionales han sido organizadas por Rafael Bisquerra en cinco bloques:

  • Conciencia emocional: implica reconocer las propias emociones, ser empáticos a las emociones de los demás y reconocer la relación que existe entre cómo nos sentimos, lo que pensamos y nuestra manera de actuar.
  • Regulación emocional: es la capacidad de controlar la impulsividad, tolerar la frustración, perseverar en nuestros objetivos a pesar de las dificultades y entender que nuestra forma de expresar las emociones y de comportarnos puede tener un impacto en las otras personas. También implica la capacidad de generar voluntariamente emociones positivas que nos permitirán mejorar nuestra calidad de vida.
  • Autonomía emocional: implica la autoestima, tener una actitud positiva ante la vida, ser responsable, poder hacer un análisis crítico de las normas sociales, la capacidad para buscar ayuda, así como la autoeficacia emocional.
  • Competencia social: tiene que ver con el dominio de distintas habilidades sociales, ser respetuosos en nuestras relaciones sociales, tener una comunicación efectiva, mantener actitudes prosociales, saber resolver conflictos de manera adecuada y ser asertivos.
  • Competencias para la vida y el bienestar: implica fijar objetivos realistas, tomar decisiones de forma adecuada, buscar ayuda y recursos cuando resulta necesario, respetar y reconocer los propios derechos y deberes y buscar el bienestar propio y contribuir así al bienestar de nuestro entorno.

Como se puede observar, todas estas competencias son fundamentales para poder conocer nuestro mundo interno, desarrollar habilidades que nos permitan regularnos y relacionarnos de manera adecuada con las personas que nos rodean y poder adaptarnos adecuadamente al entorno social y comunitario en el que vivimos. Por tal motivo, resultan imprescindibles para favorecer el proceso de madurez psicológica, por lo que se debe favorecer su aprendizaje y desarrollo a lo largo de la vida.

3. ¿Cuáles serían los indicadores de madurez psicológica en los adolescentes?

Un primer indicador de madurez psicológica tiene que ver con la responsabilidad hacia los propios deberes, ya sea en lo académico como en las situaciones cotidianas. Los adolescentes ya cuentan con un nivel de autonomía suficiente que les permite responder con responsabilidad a sus “obligaciones” o tareas, intentando realizarlas de la mejor manera posible por la satisfacción personal que implica su cumplimiento.

Otro indicador de madurez psicológica es que el adolescente sea lo suficientemente autónomo y seguro de sí mismo en sus relaciones personales, pudiendo tomar decisiones por sí mismo, sin dejarse influir por lo que puedan decir los demás si va en contra de sus ideas u opiniones. Asimismo, implica ser lo suficientemente responsable para responder por las consecuencias que puedan tener sus decisiones y comportamientos.

Una adecuada autoestima y un profundo conocimiento de sí mismo también es un indicador de madurez psicológica. Resulta fundamental en el desarrollo de la autonomía personal el conocimiento de las propias fortalezas, debilidades, intereses, valores y objetivos, lo que favorece el establecimiento de relaciones interpersonales asertivas (con amigos, familia, profesores…) y una toma de decisiones realistas y razonadas, que permitan la consecución de los objetivos propuestos.

4. ¿Cómo sabemos si nuestro hijo está preparado para estudiar en el extranjero?

En relación a esta pregunta, creo que no hay recetas que puedan aplicarse a todos los casos de manera inequívoca. Lo más importante en una decisión como ésta es el conocimiento profundo que tenemos de nuestros hijos e hijas y cómo los hemos preparado hasta ahora para enfrentar una experiencia como ésta.

Un primer factor a reflexionar es el grado de autonomía que creemos que puede llegar a tener nuestro hijo o hija, es decir, con qué grado de independencia se maneja en su día a día, tanto en el estudio, en su organización diaria (con sus pertenencias, sus actividades, sus responsabilidades en el hogar…) o en sus relaciones personales con amigos o familia. Incluso, qué nivel de autonomía presenta para resolver los conflictos que se le presentan en su día a día. Éste es un factor importante a tener en cuenta ya que, si se muestran muy dependientes de los padres ante las dificultades, el hecho de encontrarse lejos, en un entorno que no les resulta familiar y con gente que no conocen, les exigirá un esfuerzo de adaptación mayor.

Por otro lado, será importante tener en cuenta su motivación para realizar una experiencia como ésta. Puede ser útil analizar con nuestro hijo o hija por qué quiere estudiar fuera, si es por una decisión personal o simplemente porque lo hacen sus amigos o amigas, lo que podría indicar cierta inmadurez emocional. A la hora de tomar cualquier decisión, y más en una decisión tan importante como estudiar en el extranjero, es necesario analizar las ventajas y las desventajas de este tipo de experiencia y cuál puede ser el beneficio personal de la elección tomada. Este ejercicio de reflexión puede ayudar a decidirse a aquellos estudiantes más inseguros y ofrece un modelo a nuestros hijos de reflexión y análisis ante las circunstancias que se les pueden presentar en su vida.

Por último, será importante poder hablar en familia sobre las emociones que genera una decisión como ésta, a fin de poder normalizar emociones más “negativas”, como la tristeza, la inseguridad, el miedo…, que podemos llegar a experimentar tanto padres como hijos o hijas en este momento. Al poner nombre a estas emociones favorecemos una mejor conciencia emocional, mayor empatía y una adecuada expresión y regulación emocional, lo que ayudará a toda la familia a vivir este proceso de separación de mejor manera.

5. ¿Se puede trabajar la madurez psicológica con nuestros hijos?

No sólo se puede, sino que se debe trabajar la madurez psicológica en la familia. Así como atendemos otras necesidades de nuestros hijos e hijas, es importante también atender a las necesidades emocionales que van presentando en cada momento de su desarrollo. Es muy importante que los padres seamos conscientes de que estas necesidades existen y que es necesario atenderlas para favorecer un adecuado desarrollo psicológico.

Las competencias emocionales, tal como indicábamos anteriormente, son fundamentales en nuestro día a día y es preciso favorecer su desarrollo desde que nuestros hijos e hijas son pequeños. Algunas sugerencias para trabajar en familia pueden ser:

  • Identificar las emociones propias en nuestro día a día, normalizándolas como parte natural de la vida. Al nombrar nuestras propias emociones les ayudaremos a nuestros hijos e hijas a discriminar y utilizar un vocabulario emocional más amplio a la hora de reconocer sus propios estados emocionales, tan complejos y cambiantes en esta etapa de su vida. Así también construiremos un clima de confianza que facilitará su expresión emocional y les ayudará a desarrollar su capacidad de comprensión y empatía con los demás.
  • Favorecer momentos de auténtica comunicación en familia, donde se sientan escuchados con una mirada empática y sin sentirse juzgados ni interrogados. Esta comunicación tiene que ser bidireccional, lo que les ayudará a sentirse tratados como “adultos” y no ya como niños. Es importante que sientan que sus ideas, inquietudes y pensamientos son respetados y tenidos en cuenta. A la vez es preciso atender a aspectos del lenguaje corporal, que nos ayudarán a identificar en muchas ocasiones cómo se están sintiendo o si hay algo que les preocupa y no saben cómo comunicarlo.
  • Controlar las reacciones impulsivas y desarrollar estrategias de autorregulación positivas. Es importante enseñar a nuestros hijos e hijas a controlar emociones como el enfado o la frustración, identificarlas como parte de nuestro repertorio emocional y desarrollar estrategias de afrontamiento adecuadas. Si reconocemos estas emociones en nosotros mismos e intentamos expresarlas de manera controlada estaremos ofreciéndoles un modelo de autocontrol cercano y significativo. Resulta contradictorio pedirles a nuestros hijos e hijas que se controlen ante emociones intensas y reaccionen calmadamente si nosotros como padres y madres reaccionamos de forma desproporcionada y poco controlada ante nuestra propia frustración o cuando nos enfadamos con ellos.
  • Transmitir confianza a nuestros hijos e hijas y remarcar sus fortalezas y logros, a la vez que ayudarles a identificar sus limitaciones, a fin de que puedan construir una imagen positiva y realista de sí mismos y desarrollar una adecuada autoestima. Es preciso ayudarles a sentirse seguros y seguras, especialmente en esta etapa evolutiva, en la que comienzan a tomar decisiones por sí mismos, aunque también debemos mantenernos cercanos a fin de poder acompañarlos en este proceso.
  • Evitar la sobreprotección, especialmente ante emociones difíciles; la frustración es parte de la vida y hay que aprender a gestionarla desde pequeños. Es preciso ir habituando a nuestros hijos e hijas a tener responsabilidades y hacer las cosas por sí mismos, favoreciendo que se vayan haciendo responsables de las consecuencias que puedan tener sus decisiones y acciones, ya sean positivas como negativas.
  • Ayudar a nuestros hijos e hijas a descubrir las cosas que les motivan, que les generan curiosidad y entusiasmo y que les aportan emociones positivas, animándolos a vivir, experimentar, conocer y disfrutar de la vida por sí mismos y no desde nuestra experiencia o lo que nos hubiera gustado para ellos.

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